domingo, 4 de enero de 2009

Ficha: IMF

En el contexto de la grave depresión económica mundial de la década de 1930 y la devastación de la II Guerra Mundial, las grandes potencias mundiales, lideradas por Estados Unidos, se reunieron en la ciudad de Bretton Woods, New Hampshire, para trazar un plan que reencauzara la economía mundial tras la finalización de la guerra y previniese nuevas debacles económicas.

El eje medular del plan consistió en la creación de entidades supranacionales –capitalizadas por los países miembros— que apoyaran a naciones individuales en términos de reestructuración y desarrollo de infraestructura económica (Banco Mundial) y a salir avantes ante problemas de financiamiento de la balanza de pagos (Fondo Monetario Internacional), dentro de un contexto orientado hacia el libre comercio y flujo de capitales que potenciara el desarrollo económico (al contar con un mercado más amplio hacia el cual enfocar las ventajas comparativas primigenias de una nación), y el flujo de conocimiento, tecnología y capital intelectual que permitiera no sólo aumentar el volumen productivo, sino expandirlo hacia la generación de un nuevo espectro de bienes y servicios más allá de la dotación original de recursos de cada país.

Este resultaría el primer paso formalmente concertado a nivel mundial para indefectiblemente entrelazar las economías mundiales: la era moderna de la globalización había sido inaugurada: las fronteras para el flujo de bienes y servicios inician a gradualmente desvanecerse (cual carrolliano gato de Cheshire), los tiempos de transporte de bienes físicos e intangibles se reducen, los otrora mercados disímiles e inconexos se homogeneizan, estandarizan y fusionan en una red comercial-económica universal. Las puertas de un nuevo mundo habían sido irrevocablemente abiertas.

Fondo Monetario Internacional

El Fondo Monetario Internacional realiza funciones diversas como brindar asistencia técnica y financiera a naciones (misiones donde oficiales del Fondo se reúnen con funcionarios de los países miembro para valorar la estabilidad macroeconómica del país), efectúa estudios estadísticos para la evaluación del estado de la economía mundial y, fundamentalmente, otorga préstamos para el financiamiento de déficit de balanza de pagos, ya sean provocados por variables endógenas (déficit fiscal insostenible, moneda sobrevaluada, inestabilidad política, por ejemplo) o exógenas (caída de precio de commodities, reducción de la demanda externa, éxodo de capitales, por mencionar algunos), en su rol de prestamista internacional de última instancia.

Estos préstamos son otorgados a países pobres con prolongados desbalances en su balanza de pagos (a tasas de interés benévolas), a naciones con emergencias coyunturales (desastre natural, por ejemplo) y, principalmente, a países en desarrollo con desbalances de corto plazo en su balanza de pagos (vía los llamados stand-by facility agreements) a tasas de mercado.

Como todo prestamista el FMI requiere imponer condiciones que propicien la generación de fondos por parte del deudor para poder cancelar el importe de la deuda. Estos requerimientos se orientan hacia estimular la realización de reformas macroeconómicas estructurales que permitan no sólo la estabilización del país (escapar de la etapa crítica de la crisis) sino su progreso hacia un devenir económico más saludable.

Sin embargo, el FMI ha sido criticado no sólo por imponer condiciones draconianas a las naciones a cuyo auxilio acude, sino que éstas se hallan por completo dislocadas de la situación y requerimientos particulares de cada país. En lugar de usar un enfoque ad hoc acoplado a cada caso específico, emplea un paquete de remedios genéricos que incluyen austeridad fiscal, desregulación, privatización de activos estatales y apertura comercial y de capitales. A esto se le ha llamado el Consenso de Washington pues cataliza la expansión económica de las economías desarrolladas (mercados maduros con poco espacio para crecer) hacia naciones con un apenas incipiente grado de industrialización, ofreciendo a las grandes corporaciones multinacionales un nuevo espacio para extender su tasa de mercado global –y con ello sus utilidades–.

La manera en la que se aplica este paquete genérico es conocida como terapia de choque pues brinda excesiva celeridad a la implantación de estas medidas, en lugar de la gradualidad requerida para desarrollar el marco democrático, legal, institucional, financiero, regulatorio y competitivo que permita una apropiada inserción de las economías en cuestión al entorno global mundial, y así evitar instancias como crisis cambiarias ante el éxodo masivo de capitales (en un mercado poco sofisticado y no regulado) o venta de activos estatales a compañías multinacionales (a precios infravalorados, en un entorno de corrupción de las clases gobernantes).

Lo anterior deviene de un conflicto de intereses inherente a la estructura del FMI: se fondea mediante aportes (“cuotas”) las cuales determinan el poder de voto (influencia sobre las políticas del Fondo) y la capacidad de acceso a su financiamiento. No obstante, existe una clara asimetría entre los intereses de los principales “accionistas” del FMI (los países desarrollados, liderados por Estados Unidos) y las economías emergentes que mayoritariamente son las que acuden al Fondo para solicitar paquetes de ayuda, pues mientras los primeros buscan expandir mercados para sus corporaciones, los segundos no se encuentran preparados para súbitamente exponerse a la competencia internacional.

Esto último se resume en la Teoría del País Infante que arguye que una nación requiere de tiempo para desarrollar su infraestructura productiva y financiera para insertarse con mayores probabilidades de éxito en los mercados mundiales; y mitigar los riesgos ya sea de que empresas nacionales sean absorbidas por corporaciones foráneas más eficientes, o que el influjo excesivo de capitales especulativos presione la inflación al alza, atentando contra el éxito de las políticas económicas que se persigan.

Por su parte, Costa Rica ha seguido un modelo gradual de integración mundial que le ha permitido en gran parte mantenerse exenta de severas crisis macroeconómicas desde la Crisis de Deuda Latinoamericana de 1982. En la coyuntura actual de contracción crediticia global, ha logrado asegurar una línea de crédito de contingencia con el FMI para mitigar la probabilidad de una potencial crisis de liquidez en su sector financiero. Sin embargo, esto es más una precaución que una necesidad, pues el sistema bancario nacional se encuentra adecuadamente capitalizado (de acuerdo con el indicador de suficiencia patrimonial requerido por Sugef), aún tras los excesos crediticios hacia el sector consumo y vivienda durante el primer semestre del 2008. De hecho, el mismo FMI, tras su más reciente misión a Costa Rica, enunció en diciembre que Costa Rica se encuentra en una mejor situación que en el pasado para afrontar shocks externos, en virtud de su mejor situación fiscal, suficiencia de reservas, flexibilización del tipo de cambio y fortalecimiento de su sistema financiero.

Una ventaja de la membresía en el Fondo Monetario es que al exigir éste el cumplimiento de una serie de requisitos –que indican un mejor adecuamiento del país miembro a las expectativas de los mercados internacionales– se abren las puertas a la obtención de préstamos internacionales, no sólo en mayor cantidad, sino en mejores condiciones (plazo y/o tasa de interés, básicamente). A esto se le conoce como condicionalidad cruzada, y Costa Rica pudo usufructuar de sus beneficios cuando, a finales de la década pasada, por primera vez en su historia emitió títulos de deuda soberana en los mercados internacionales, logrando colocar bajo términos favorables la totalidad de la emisión.

Finalmente, cabe recalcarse que el FMI ha realizado razonables recomendaciones de modernización financiera de conveniencia para Costa Rica (por ejemplo la supervisión de de la banca off-shore por parte de Sugef, y someterla al encaje legal en razón de su amplia intermediación financiera en el país, eliminando así las distorsiones implícitas y mejorando el régimen de supervisión), mas el ambiente político local no ha permitido la cristalización de estas prudentes observaciones.

Conclusión

El sistema financiero mundial requiere de un prestamista internacional de última instancia que apoye la estabilización de países en crisis. El Fondo Monetario Internacional, como adalid de esta causa, debe reenfocar su enfoque hacia un esquema más heterodoxo que se alinee con las necesidades particulares de las naciones que requieren su apoyo, en lugar de servir de instrumento a la agenda neoliberal de los países desarrollados. Costa Rica, habiendo afrontado satisfactoriamente la fase inicial (y más difícil) de su inserción al mundo globalizado, se encuentra ante una coyuntura global bastante nebulosa en la que deberá hacer uso inteligente de los servicios que ofrece el Fondo Monetario, cuidándose de no hipotecar su soberanía y prospectos de desarrollo futuro en el camino.

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