martes, 10 de junio de 2008

Higiene Ocupacional, Seguridad y Calidad de Vida (Cap. 15, Chiavenato)

Así como toda organización debe abocarse a maximizar la riqueza de sus accionistas y satisfacer a sus clientes externos, sus colaboradores internos –aquellos que hacen funcionar la empresa– deben ser también receptáculos de beneficios por parte de ésta. Surge así los planes de salud y seguridad ocupacional, orientados a detectar los causales de desgaste de salud física y mental achacables al ambiente laboral, el primero, así como diagnosticar la seguridad laboral y riesgo de incendios y robos, el segundo, con el fin de diseñar e implementar programas profilácticos que protejan, en la medida de lo posible, al ciudadano corporativo de los potenciales peligros subyacentes en todo entorno laboral. Después de todo, para atender bien al cliente externo, la organización no debe olvidar al cliente interno.

Uno de las principales factores de los que deviene una deficiente salud emocional, es el estrés, el cual brota de presiones propias del frenesí laboral (exagerado ritmo de trabajo, clientes disconformes, mala comunicación con compañeros, problemas con jefes) así como situaciones de índole personal (problemas familiares, económicos…). Su disminución es apoyada por ejercicio, meditación, dieta, terapias, entre otros. Elementos adicionales que deben ser considerados para mejorar el entorno laboral son la iluminación, ventilación, temperatura, polución sónica y ergonomía, pues bien administrados potencian un mejor desempeño y satisfacción por parte del empleado: no es lo mismo laborar en una oficina lúgubre que en una que sea cómoda, con aire acondicionado y rodeada de plantas, por ejemplo.

La implementación de planes de salud y seguridad laboral tiene vertientes positivas: disminuye el ausentismo relacionado con incapacidades médicas –por salud deficiente o accidentes–, reduce la rotación de personal al aumentar su fidelización con la empresa, minimiza gastos legales por demandas, indemnizaciones por accidentes, primas de seguro y costo de oportunidad asociado con reducciones de producción (derivado del ausentismo), previene daño a la imagen empresarial (y posibles boicots de clientes) por negligencia en el trato y protección a sus empleados, entre otros. En otras palabras, dejando de lado el aspecto humano de estas iniciativas, es claro que generan un retorno sobre la inversión favorable (éstas iniciativas pueden ir desde onerosas inversiones en gimnasios hasta limitarse a informar acerca de prácticas recomendables de salud, ejercicios y alimentación). Su éxito debe monitorearse continuamente por la gerencia y especialistas de Recursos Humanos en términos de métricas que valoren la incidencia de accidentes, enfermedades, ausencias y su efecto sobre el desempeño laboral (como coeficiente de frecuencia de accidentes con incapacidad, o coeficiente de gravedad medido según días no laborados a causa de accidentes).

Claro, para su éxito, es esencial la participación activa del plan por parte de la gerencia, desde la aprobación inicial de éste, hasta el apoyar las acciones de la unidad ejecutora y divulgar la importancia del involucramiento activo de todos los empleados (conocer zonas de riesgo, entender cómo utilizar equipo de protección, participar seriamente en planes de evacuación), pues no es suficiente eliminar las condiciones inseguras, sino que se requiere concientizar para prevenir actos inseguros (posturas incorrectas, levantar cargas exageradas, emplear de forma inadecuada equipo de seguridad). Más allá de la salud y seguridad ocupacional, es imperante fomentar una calidad de vida laboral que no sólo se limite a los factores suprareferidos, sino que los complemente dentro de un enfoque integral con los otros factores catalizadores de una adecuada satisfacción laboral, como una remuneración justa, capacidad de desarrollo orgánico en la institución, reconocimiento de resultados alcanzados y afines.

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